El Retablo en el imaginario colectivo



Escenografía de Miquel Barceló para la representación en París, 1990. Fotografía: Jean Marie del Moral.

Tras el fallecimiento de Falla, los personajes de El retablo de maese Pedro continuaron su viaje por el mundo, retando a músicos y artistas a la realización de nuevas producciones que no han dejado de sorprender. Escenógrafos y directores artísticos han empleado diversas técnicas de animación, como dibujos, proyecciones o sombras, obligando al Quijote a trascender su realidad. Miquel Barceló presenta un caballero fantasmal en un espacio lleno de excrementos de paloma, con grandes insectos que hacen las veces de títeres; Antonio Saura se vale de personajes no figurativos, inscritos en unas orlas que evocan las arquitecturas efímeras del barroco; Javier Mariscal proyecta sus dibujos en un Retablo que adquiere las formas de tebeo; y Enrique Lanz propone una visión grandiosa de la obra, con un Quijote de ocho metros movido por sirgas, como si desplegaran las velas de una función monumental.

A menudo se ha afirmado que, con su Retablo, Falla había dado una segunda inmortalidad al Quijote. Ciertamente es así, pues, como señaló María Zambrano, esta obra «no es un presente que evoca el pasado; es un pasado que se adelanta hasta el presente». En virtud de esa misma «operación mágica», son muchos los artistas que han renovado la imagen plástica del Quijote, tomando como punto de partida la música de Manuel de Falla.

6. El Retablo cobra vida: representaciones entre 1923 y 1946