Una obra orientada hacia nuevos «ideales hispánicos»



Plantilla articulada de Melisendra para la representación en Ámsterdam, 1926. Archivo Manuel de Falla (Granada). © Manuel Ángeles Ortiz, VEGAP, Madrid, 2023.

Con la creación de El retablo de maese Pedro Falla buscó la plasmación de un nuevo ideal artístico, que se inscribe en la vanguardia neoclásica desarrollada en Europa durante el período de entreguerras.

El resultado es una ópera de cámara sumamente personal e innovadora, que bucea en la literatura y la música del pasado español, al tiempo que se aleja de la «empresa folclorista», según expresión de Igor Stravinski. Pero a su vez, El retablo de maese Pedro fue (y sigue siendo) una obra difícil de llevar a escena, pues Falla —entregado a ese ideal—, no pensó realmente en su perdurabilidad. Para empezar, el juego escénico se complica al incluir el teatro dentro del teatro: el público observa a Don Quijote, quien a su vez asiste a la representación del romance de Don Gaiferos y Melisendra. Otro obstáculo es el papel protagonista del Trujamán, pensado para una voz infantil pero con una complicación técnica e interpretativa grande para un niño. A todo ello se añadía la dificultad de disponer de un clavicémbalo, cuando el instrumento había caído en el olvido desde hacía siglos. Vaya nuestro homenaje a Francisco Redondo y Antonio García, niños seises de la catedral de Sevilla, y a la clavecinista polaca Wanda Landowska por sobreponerse a esas dificultades y hacer posibles las primeras interpretaciones de la obra.

6. Representaciones entre 1923 y 1946

4. Princesa de Polignac