La primera representación escénica de El retablo de maese Pedro tuvo lugar el 25 de junio de 1923, en el salón de música de la Princesa de Polignac, una dama de origen norteamericano, hija del industrial que perfeccionó las máquinas de coser Singer, quien dedicó buena parte de su fortuna a financiar las creaciones musicales de vanguardia.

Al estreno asistieron numerosas figuras sobresalientes de las artes y las letras europeas, junto a la alta sociedad parisina. También se encontraban presentes varios compositores españoles, que concibieron la obra como una verdadera revelación. Con estas palabras lo expresaba Joaquín Rodrigo, muchos años después: «La tradición española, la verdadera tradición, se abría ante mí llena de promesas y posibilidades». En el montaje escénico participaron Hermenegildo Lanz (quien realizó las cabezas y manos de los títeres que representan a los personajes reales en la venta y el decorado del segundo acto), Manuel Ángeles Ortiz (encargado de la fachada y del telón del escenario portátil, además de otros decorados y figuras del retablo del titiritero), y Hernando Viñes (a quien se le encomendaron los restantes decorados y figuras del retablo).